Inteligencia emocional

Generalizando

En este mundo globalizado, con multitud de fuentes de información, con más wifi a nuestra disposición para estar más y mejor comunicados, estamos perdiendo la comunicación más básica, más primaria, la que se produce entre dos seres humanos. El contacto visual. Hemos dejado de mirarnos a los ojos, de observar el paisaje, el entorno sea cual sea, y vamos con la vista puesta en nuestras pantallas móviles.

Pero no solo ocurre en nuestros ámbitos privados. En el ámbito médico está ocurriendo lo mismo. Da lo mismo que sea tu médico de cabecera o un especialista. Vas a la consulta, cuentas tus síntomas y tienes que hacer pausas para que puedan anotar todo en tu historia. No te miran a los ojos. No miran tu postura corporal. Y ni tan siquiera son capaces de detectar si el tono de tu voz es apagado o alegre.

Quien no comprende una mirada tampoco comprenderá una explicación.

¿Nos estamos robotizando?

Me niego. Me gusta ser humana. Mirar a los ojos me apasiona. En mi libro sobre mi camino de vida con reiki lo cuento: En los cursos, mientras voy explicando el manual, miro a cada uno, me interesan sus ojos, sus gestos, sus miradas, quiero que comprendan más allá de las palabras, quiero que sientan. Y tras la sintonización, me confirman que lo han sentido.

Si no queremos que nos sigan sustituyendo las máquinas (en lugar de personas que te cobran en los supermercados o que te atienden en las gasolineras, por citar dos ejemplos ya muy extendidos), estoy convencida de que cada uno tenemos que mover nuestra propia ficha.

Inteligencia emocional

El concepto proviene de los trabajos de los psicólogos Salovey y Mayer y se popularizó por su colega Daniel Goleman en su libro del mismo título. Se define la inteligencia emocional como la capacidad de comprender emociones y conducirlas, de manera que podamos utilizarlas para guiar nuestra conducta y procesos de pensamiento, produciendo mejores resultados.

Está plenamente demostrado que personas con un cociente intelectual menor que otras, llegan más lejos y tienen más éxito, debido precisamente a que su nivel en esta competencia les permite comunicarse mejor con los demás y obtener beneficios de ello.

Ahora bien ¿es posible utilizar esa competencia básica que, como hemos visto, mejora la comunicación tradicional, a través simplemente de un dispositivo tecnológico sin tener a la persona de frente?

Evidentemente es algo que pocos se han planteado. ¿Somos conscientes si nos estamos comunicando entonces correctamente de cara a crecer, progresar en nuestra vida, trabajo o negocios haciéndolo cada vez más a través de los dispositivos tecnológicos?

Por no hablar del lenguaje corporal, responsable del 55% del significado del mensaje según la teoría de la comunicación. ¿Estamos seguros que el otro nos está entendiendo?

Y de cara a esos servicios que antes indicamos, como los de salud, que necesariamente precisan de empatía, de contacto, de comprensión, de motivación y ánimo al paciente ¿se puede considerar que con mantener un historial en el ordenador, tomar datos de los síntomas mecánicamente y recetar medicamentos basta para cumplir el juramento de Hipócrates? Es sólo un ejemplo, pues está ocurriendo en otros sectores, en más profesiones.

Mejorar la comunicación

Es cierto que los dispositivos tecnológicos que usamos en nuestra comunicación nos acercan, que nos facilitan la vida y que pueden ser esenciales en algunos ámbitos de nuestra existencia, pero que no son el medio mejor de comunicarse.

Es necesario que, si los seres humanos podemos estar lo suficientemente cerca, los guardemos, prescindamos por un momento de ellos y nos comuniquemos de otra forma, al menos cuando queramos hacerlo bien y en toda su extensión.

Y en nuestra interacción personal, conduzcámonos con un poco de inteligencia emocional. Escuchemos al otro y demostremosle que le queremos entender. Observémonos. Mirémonos a los ojos. Hablemos con nuestra voz y nuestra entonación para expresar mejor eso que queremos decir.

Para comunicarnos mejor. Para vivir mejor.

 

 

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